Descripción
Cuando era chica, la obsesión de Karina por el fuego era tal que hasta los fósforos le estaban prohibidos. Por las dudas. Para ella, la magia de las llamas es algo tan evidente que no entiende por qué los demás la pasan por alto en vez de dedicarle cada uno de sus pensamientos. Muchos niños abandonan sus fijaciones infantiles con el paso de los años, pero Karina no: pasó de las fogatas familiares, pequeños ritos privados con su dios tutelar, a controlar el fuego para hacerlo creación artística, ante la incomprensión e incluso el espanto de padres y amistades. Nunca dejó de estar sola frente al fuego y, cuando el volcán Chaitén hizo su erupción en Chile, sintió el llamado del destino. No pudo sino viajar para encontrarse con la sangre hirviente del mundo, y ver frente a frente su verdadera naturaleza.
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