Descripción
Cazador nos habla de que es posible no ser solo un agente de la depredación, no sucumbir al dolor ni al abandono. Porque la oscuridad ajena es también propia, la tarea en una sociedad como la nuestra es desandar el camino que nos conduce a la violencia: animarse a liberar la ternura para reconocer en la propia fragilidad la posibilidad de transmutarla. Rebelarse contra lo que nos condena a repetir el pasado. Ser el animal que aprende a volverse invisible y que, con ese acto, doblega la cosmovisión donde prima la lógica del más fuerte sobre el más débil. Lo que este libro tiene para decir es que lo frágil puede ser poderoso y sorprender. Y que hay que creer en eso. Los poemas de Cazador son una especie de fe chiquita que resguarda al mundo de su propia oclusión: anuncian, como una fuerza centrífuga, que la vida toma de nuevo impulso allí donde pareció agotarse.
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