La caravana de los libros

¿Por qué me embarqué en este viaje? ¿Cuál es mi deseo más profundo? ¿Vender libros? ¿Incursionar en otro mercado? Con la mente asediada por estas preguntas, despierto en mi primera mañana en Río. Porque sí, ahora definitivamente no soy tan idealista, y me parece ingenuo pensar que el mundo de la literatura no está también regido por las leyes del mercado; es un negocio más, eso está claro. Sin embargo, me sorprende ver que las respuestas a estas preguntas no son afirmativas, y que mi deseo siempre fue adentrarme en ese detrás de cámaras de las escenas que nos pasan tan desapercibidas en la vida: ver todo ese trasfondo que habita en la oferta y la demanda de los libros, conocer “la cocina”, como muchos autores llaman a su proceso creativo.
Entonces, aquí estoy, topándome con libros apilados contra una pared, a la espera de que se les tienda una manta para ser vendidos; libros viejos, con tapas duras que resisten, al igual que nuestro espíritu creador, el paso del tiempo y sus estragos; que esperan a ese lector que se atreva a redimirlos. Mientras me acompaña un olor fresco y salino, que se mezcla con el aroma adormecedor de un libro que ha pasado de mano en mano, empieza mi ruta de los libros.
Después, el reloj y su prisa, una calle muy transitada de Copacabana, un segundo piso, toco el timbre, subo las escaleras: me recibe Beco das Palavras, una cafetería que sin lugar a dudas evoca el espíritu de otro siglo. Sus estantes de madera, sus sillones antiguos y la calidez de la anfitriona con su sonrisa me hacen sentir que los viajes en el tiempo existen.
Lo vivo: es esto. Es un instante en el que parece que alguien apaga el interruptor del mundo y sus conflictos para dar lugar a los saludos de grandes amigos que por fin se han conocido, al intercambio de ideas, de libros; sin competencia, sin egos, sin juicios. Libres, como nuestro espíritu.
La confirmación llega en cuestión de segundos. Me confieso: a pesar de que por la mañana me aseguré de ya no ser tan idealista, sigo buscando lo que no se muestra a simple vista, lo que está detrás de la cifra, del número, del negocio, de la estadística. Sigo buscando la conexión que entrelaza a cada ser vivo, esa que experimento al escuchar cada letra, cada palabra, aunque esté en un idioma distinto al mío. ¿Pero acaso se necesita entender lo que se dice para captar lo que verdaderamente tiene sentido?
Al día siguiente. Voy y vengo entre bosques, subidas, bajadas; el Cristo Redentor visto desde la ventana del Uber hasta que lo encuentro, ahí está, Capitu Café manteniendo el alma crítica y siempre viva de Machado de Assis. Adentro recuerdo los celos de Bento hacia su mujer Capitu, ¿inocente o culpable? Y pienso en que conquista más grande es que un escritor logre que su obra nos lleve a cuestionarnos lo que es real y lo que no. Siento, huelo, algo me asfixia… Ah, ya lo sé: es la alegría de ver las miradas atentas, los oídos más conectados que nunca, los rostros buscando hacer de otros rostros sus amigos. Y, de nuevo, lo mismo: tres libros de regalo en mi mochila; ausencia de ruido y de etiquetas que nos digan quién es quién, quién escribe.
Silencio absoluto. Nada perturba el encuentro de estos autores de la caravana que están haciendo del mundo una ficción, una poesía, una fantasía con la que rehacer la vida…

Wendy Angee, nació en Colombia, y actualmente reside en Buenos Aires. Es autora de la novela Historias de los Extraños y Catarsis: es mi manera de escribir poemas obra que recibió mención de honor en el concurso literario internacional David Mejía Velilla 2017 de la Universidad de La Sabana. Algunos de sus relatos, cuentos y microcuentos han sido incluidos en antologías en diferentes países.